Algo emocionante en semana santa..


Mientras pasaban los días empezaba a aburrirme de esta semana. Era como todas las demás pero en ésta, todo estaba siendo muy complicado. Puedo decir que me aburrí pero en cierto modo, supongo que estaría mintiendo. Sin lugar a dudas, después del miércoles pensé que esta había sido la mejor semana santa de toda mi vida.

A pesar de que estuviese castigada por motivos personales (las calabazas de las notas), eso no era excusa para no poder salir con mi perra, Dana, y escaquearme durante una media hora, más o menos.

Uno de estos días en los que salgo con el pretexto de dar de comer al perro de mi abuela, me encuentro con él. ¿Habíamos quedado para vernos? Sí, pero no pensé que me iba a sentir de esa manera. Empecé a notar un calor insoportable que ascendía por todo mi cuerpo hasta llegar a mi cara. Entonces, lo supe todo. Él me gustaba y yo a él también. Lo supe todo en cuanto vi sus ojos verdes, por los cuales caigo y me pierdo como en una selva tropical. Sus labios carnosos, curvados para mostrar una sonrisa pícara. Bajé la vista un poco más, y me encontré con su musculoso torso, su espalda… Era, sencillamente deslumbrante.

No hicieron falta las palabras en ese momento. Todo se desarrolló en un perfecto y embriagador silencio. Me acerqué a él lentamente, y el tuvo la consideración de agacharse y rodearme con sus fuertes brazos. Nos fundimos en uno solo, sentí su fuerte respiración; el suspiro de alivio al no tener que aguantar más esta tortuosa distancia, sentí su corazón latir desaforadamente antes de separarnos durante unos segundos o lo que a mí me pareció una eternidad. Entonces vi que era lo que me gustaba de él. La sinceridad en su mirada contrastaba con su rostro tan sexy.

Sentí su ardiente mano rozar dulcemente mi rostro, mientras me atravesaba con la mirada. Mi corazón se aceleraba por momentos, y no pude evitar ruborizarme. Se acercó más aún, y nuestros cuerpos se rozaron. En ese instante sentí una especie de descarga eléctrica. Solo unos segundos tardó en coger mi mano lentamente para ponerla detrás de su cuello, e hizo lo mismo con la otra, quedándome enroscada en él. No me dejó de mirar en ningún momento, yo tampoco pude impedir que mis ojos mirasen a otro lado en dónde no estuviese él, era tan ¿perfecto?

Entonces sus cálidos labios rozaron los míos con dulzura, bailando en un vaivén. Al principio me quedé estancada, no podía seguirle. Pero luego, respondí. Entonces, todo se volvió ardiente y apasionado. Estuvimos tanteando nuestros labios hasta que la punta de su lengua acarició mi lengua. A partir de ahí ya no pudimos parar. Todo se volvió ambiguo, tierno y a la vez excitante. Me cogió en sus brazos y me llevó a su cama. Poco a poco nos quedamos sin ropa, tirándola a toda prisa por miedo a que no hubiera un mañana. Me tumbé y me dejé llevar por el ritmo latente de nuestros cuerpos, los cuáles habían encajado como un puzle. Así, el ritmo de nuestras respiraciones se fue acortando hasta que llegamos al elixir de nuestra quemada pasión. No hicieron falta palabras para expresarnos. Ya sabíamos con la mirada, con las caricias, los besos, todo lo que necesitábamos decir. No hizo falta decirle que lo quería. Ya se lo había demostrado.

Al llegar a mi casa me duché, y seguí con mi monótona vida. Pasaron los días hasta que volvieron a empezar las clases. Mientras, sigo preguntándome si lo volveré a ver otra vez.

Y si me preguntaras si me sucedió algo emocionante esta semana. Te mentiría.




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